Friday, June 24, 2011

Geopolítica: Humanidad y Futuro


Por Daniel Mancebo Zorrilla
     Cuando el historiógrafo británico Arnold J. Toynbee escribió su ensayo teórico sobre las perspectivas de la humanidad, divulgado magistralmente a través de su monumental obra “A Study of History” (Un Estudio de la Historia), escrita en nueve volúmenes, quizá no ponderó que su concepción de un gobierno central y universal sobre el orbe y la subsecuente abrogación de las fronteras entre las naciones, pudo haber  estado cerca con la creación del Tratado de la Unión Europea, a principios de la década de los años 90. Se imponía una nueva visión político-económica de gobiernos transnacionales difícilmente homologable en otra parte de la faz terrestre, que, en teoría, redundaría en mejor estado de bienestar sobre los ciudadanos que habitaban este espacio.
     Por otra parte, los teóricos del Marxismo, tampoco quedaron inmutables, cuando por la misma década de los 90, observaron el desplome del país que era el paradigma de los logros socialistas: Unión Soviética, otro conglomerado de repúblicas y etnias muy distintas entre sí. En sus disquisiciones, planteaban y esperaban cambios de tipo cualitativo en unas relaciones de producción estancadas. Esperaban el salto al Comunismo Científico que nunca llegó. Teoricamente, era un “pas de deux” del ballet conceptual marxista. La Revolución de Octubre del 1917, generó crecimiento cuantitativo, pero la estructura económica adoptada,  llegó con el tiempo a convertirse en sí misma, en su propia retranca. El pueblo soviético, la gente, quería también sentir el estado de bienestar y los derechos que respiraban los ciudadanos de otras naciones. Pero, el desmoronamiento de la Unión Soviética, rompió todos los esquemas de los marxistas: se pasó de un modo de producción socialista a otro capitalista, prácticamente, sin derramamiento de sangre y con muy poca o ninguna lucha armada. Sus consecuencias políticas sobre los otros países satélites no se hicieron esperar. ¡Increíble, pero cierto!    
     Fue, indudablemente, una década que tuvo resultados distintos en la dirección política mundial.
     He hecho esta introducción, para enfatizar la importancia que ha tenido el orden histórico previo, en el sistema económico surgido posteriormente,  después de los años 90, y la crisis actual.
     Hoy, la geopolítica internacional se dicta, prácticamente, desde un solo y único púlpito, constituido por los países industrializados del Grupo 8 (G8), y, que,  a su vez, establecen la directriz y la estrategia hegemónica, casi global del sistema de producción capitalista.
     Las prerrogativas que establecía la Unión Europea entre sus ciudadanos, tales, como la derogación de fronteras y la libre circulación de personas entre sus países, la transferencia de alta y secreta tecnología, buena calidad de vida, la posibilidad de convergencia y rescate económicos entre sus naciones, era, como dije al principio, un enfoque difícilmente homologable en otro sitio. Por el contrario, la inmensa mayoría de los seres humanos que habitan fuera de esas fronteras privilegiadas, en apariencia, de los países del G8, tienen esos privilegios casi vedados.
     Ese estado de bienestar europeo, hoy es golpeado por la crisis, que sus mismas instituciones bancarias y financieras, en el afán mercurial, de un espacio financiero único y dinámico, crearon, facilitando el otorgamiento del crédito fácil y de alto riesgo con posibilidades de retorno poco seguras. La crisis aparenta cada vez más contagiosa y difícil la recuperación.  
     Mareas de jóvenes europeos protestan un porvenir incierto. Estas manifestaciones, primero empezaron en Grecia. Se han hecho más sonoras en España, con el movimiento de los Indignados. Se han sentido también en Francia, Gran Bretaña e Italia. Ellos se oponen a pagar unas facturas no consumidas por un mal manejo político-financiero de la bonanza económica.
     Sabemos que el capitalismo es el más firme pilar sobre el que se sostiene la ideología nacionalista. Ese descontento del pueblo por sus actuales líderes, dará origen a otros movimientos reivindicativos de corte comarcales, regionalistas y nacionalistas, con la intención de continuar evitando lo que consideran la influencia negativa de la globalización. Así, no debe de extrañar que dentro de esa nueva macro-estructura imperial europea, se produzcan fragmentaciones contrarias al proceso de unificación. Desde luego, huelga decir que la actual situación de crisis europea, será la mayor prueba de su propia fragilidad.
     Pero, ¿es este giro el preludio de los vaticinios históricos de Toynbee? ¿Es, acaso, el fin de la historia ideológica que vaticinaba Fukuyama? ¿Quizá, estemos en el “eterno ritornello” del ciclo de la historia que describía Nietzsche? Otros, cientos de millones de personas, creen que es el preludio de La Gran Tribulación y de las revelaciones metapsíquicas del apóstol Juan y del segundo advenimiento de Jesucristo. La situación es un caldo de cultivo también para el crecimiento de sectas milenarista del New Age y de otra índole. Indudablemente, todo es debido a la  gran confusión que se establece sobre el devenir del individuo y de la sociedad. Es difícil dar una respuesta concluyente.
     Firmemente, tengo la convicción de que el mundo, hoy, es menos estable y seguro; a pesar de que los vientos fuertes soplan desde una dirección de poder económico y política más centrada; es decir, del Grupo 8, dentro del cual está el Padre Nuestro de Norteamérica. El devenir es muy impredecible ahora. Pero, debe tenerse la esperanza de que la intuición del hombre, como animal que tiene más de irracional que de racional, pueda ser capaz de superar la ínclita e inherente inteligencia que poseemos y no tengamos que regresar a las cavernas otra vez.

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